TAPE sus riesgos superficiales, @AndrésBauzá
Actualizado: 3 jul 2022
Cuando nos enfrentamos a un sistema complejo tendemos a desarrollar un elaborado proceso inductivo que acomode de la mejor manera la realidad a nuestra forma de entender el mundo. Buscamos certidumbre para sosegar nuestro espíritu en medio de un entorno variable y construimos nuestra propia solución que por la naturaleza del reto no tiene porque ser única ni permanente ya que las circunstancias cambiarán y los recursos de los que dispongamos también.
Un problema complejo, a diferencia de uno difícil, no ha sido resuelto con anterioridad. En inversiones las decisiones táctico/estratégicas son un buen ejemplo de ello, dedicamos mucho esfuerzo a establecerlas y guiados por los axiomas de profesionales de referencia presuponemos que el 90% de nuestros resultados dependerán de ellas. Forman el cuerpo sumergido de nuestro gran iceberg de conocimiento y sin embargo el descuido en las grietas más visibles y superficiales nos puede conducir a la ruina.
El porcentaje de éxito estará condicionado al cuidado de esos riesgos, aparentemente de menor calado pero capaces de anular las bondades de nuestra estrategia especialmente para aquellos inversores más defensivos, de manera similar al desarrollo de un partido de beisbol si queremos converger hacia unos resultados/rendimientos aceptables debemos cubrir previamente las bases/ riesgos más explícitos.
Tener en cuenta determinados matices de cómo implementamos nuestras estrategias nos ahorrará futuros disgustos no previstos inicialmente.
El primero de los riesgos en el día a día y quizás más importante es el psicológico. Las dos emociones más potentes al invertir son la codicia y el miedo. Aunque el dolor de una pérdida tiene el doble de intensidad que la euforia de la misma ganancia, el inversor defensivo ha preparado su estrategia para limitar pérdidas y volatilidad por lo que en su caso moderar la codicia resultará decisivo a la hora de alcanzar sus objetivos.
Decidir con incertidumbre no es sencillo, no es tan fácil como recomponer una partida de ajedrez mal jugada. Juzgamos los resultados en comparación con otras alternativas a corto plazo y ese detalle nos impide ver con claridad la validez del proceso. Unos peores rendimientos parciales no implican que la resolución sea incorrecta.
Acudamos al mundo empírico simplemente buscando ejemplos en los que apoyarnos para la comprensión de las consecuencias de diferentes comportamientos. En la gráfica se representa la evolución de tres carteras desde 1972 hasta 2021 (activos americanos, en dólares y en términos reales inflación descontada).

Cartera azul: Cartera clásica 60/40.
Cartera roja: Cartera Bogle 25/75.
Cartera amarilla: Cartera permanente.
Los resultados finales de rentabilidad son significativamente diferentes a simple vista entre las estrategias conservadoras y moderadas, pero un inversor precavido analizará con más detalle y sabrá que siendo imposible predecir el futuro un criterio de prudencia sería tomar como referencia el peor momento posible para tener invertido su patrimonio o querer retirarlo.
Entonces la película cambia; en el caso de la cartera 60/40 y de la 25/75 tendría periodos bajo el agua superiores a 10 años; mientras que la cartera permanente tendría un periodo bajo el agua de 4 años y una rentabilidad final ligeramente superior a la 25/75 con la misma exposición a Renta Variable.
Sin embargo habrá periodos razonablemente extensos para un inversor defensivo en los que las diferencias de resultados serán notables, siguiendo el ejemplo anterior si acotamos el estudio a los resultados entre 1995 y 2000:

Portfolio 1: Cartera clásica 60/40.
Portfolio 2: Cartera Bogle 25/75.
Portfolio 3: Cartera permanente.
Durante 5 años los resultados de la Cartera Permanente son significativamente inferiores a la cartera conservadora Bogle (25/75), ello no significa que la estrategia de Browne no consiga sus objetivos pero hay que vivir años donde casi todas las estrategias superan la tuya sin dejarse arrastrar por la codicia.
La realidad es que muchos de los inversores abandonan en el peor momento sin dar tiempo a que converja a sus resultados promedio. Las pérdidas son limitadas y los resultados a pocos años vista siguen siendo magníficos para un inversor defensivo, sin embargo acotar el estudio comparativamente con otras estrategias puede resultar decisorio según la coyuntura que atravesemos.
Evitar las emociones es una tarea utópica, siendo conscientes que éstas aparecerán ciertos hábitos antes de modificar las estrategias pueden ayudarnos a conseguir nuestros objetivos:
Prefijar los periodos de revisión de la cartera según unos criterios predeterminados.
Asumir la impredecibilidad del ciclo económico y ampliar el foco de estudio a cualquier fase del mismo.
Ser conscientes de los sesgos que engañan a nuestro cerebro, entre ellos los de recencia o disponibilidad que nos inclinan a los gestores/fondos/activos de moda por sus resultados más recientes.
Disponer de algún mecanismo sencillo que evite tomar decisiones impulsivas, por ejemplo leer detenidamente antes de realizar cualquier cambio las directrices que en momentos de calma redactamos para definir nuestra estrategia.
La asunción de excesivos gastos en el proceso de inversión es otro de los riesgos superficiales a los que no se da la importancia que merece. Para empezar hay que cuantificar el total de costes; instrumentos, intermediación, gestión e impuestos principalmente. Y aunque no poseamos el don de controlar el mercado sí que debemos ajustar lo que pagamos por estar dentro de él.
La magia del interés compuesto opera sobre nuestras inversiones y sobre las sucesivas comisiones que pagamos todos los años. Supongamos una inversión inicial de 100.000 euros que con una rentabilidad anual del 7% dejamos trabajar durante un periodo de 20 años. El importe final que retiraríamos sería el siguiente:
Cf=100.000*(1,07)^20=386.968 euros
Sin embargo si a ello le aplicamos un 1% de gastos totales anuales nuestro valor se reduciría en 80.000 euros.
Para hacernos una idea de la trascendencia de reducir los gastos recurramos a un estudio realizado por Meb Faber que comparaba los rendimientos de las estrategias más reconocidas del momento. La estrategia con una rentabilidad media anual superior (El Erian) empeoraba los resultados de la que peor rentabilidad media obtenía (Cartera Permanente) si los gastos de una respecto a la otra se diferenciaban en más de 1,5%.


Fuente: Tabla y gráfica extraídas del libro “Global Asset Allocation” de Meb Faber
La industria basándose en resultados positivos parciales de estrategias concretas nos hará creer que las tasas no tienen tanta relevancia en el rendimiento final pero sí importan, y a largo plazo mucho, por el efecto del interés compuesto. Curiosamente es un factor en el que podemos influir de forma directa y de los menos tratados al analizar alternativas de inversión. Una de las experiencias más desagradables para un inversor es, una vez elegida su estrategia, comprobar que no se comporta como inicialmente tenía previsto. En general el concepto estratégico se atribuye a algo de naturaleza etérea relacionado con la visión o filosofía sobre el campo que actuamos y en realidad una buena estrategia incluye un conjunto de acciones coherentes, la implementación de las mismas son decisivas para validar el camino tomado.
Tanto si gestionamos nosotros la cartera como si delegamos en un profesional, el control de la puesta en tierra de nuestro diseño es crítico para obtener unos resultados aceptables. En particular cuando nos asesoramos por un experto dedicamos mucho esfuerzo a comprender su filosofía y de manera ciega confiamos en que sus conocimientos teóricos estén relacionados con sus habilidades prácticas. Desgraciadamente no siempre es así y constatamos que estrategias muy similares obtienen resultados diametralmente opuestos. Es difícil de manera previa detectar esta falta de sincronía entre diseño e implementación ya que por el impacto en las ventas se suele contar con grandes comunicadores. Si podemos establecer algunas normas de prudencia para reducir los riesgos:
Desconfiar de estrategias tipo “caja negra” donde la transparencia brilla por su ausencia, el motivo fundamental es que si los resultados no son los esperados no dispondremos de herramientas para comprender los motivos y navegaremos al son de justificaciones de las que desconocemos su validez.
Conviene preparar con anticipación planes alternativos por si nos falla el principal basados en nuestra misma estrategia, incluso cierta diversificación desde el inicio puede reducir los efectos de que alguno de los pilares falle.
Aunque el futuro es impredecible un buen método para testear una estrategia es someterla a pruebas de stress, es decir comprobar sus resultados en los peores periodos para la misma (no sólo los utilizados en los back test comerciales).
Al contrario de lo recomendado por muchos asesores creo que si hay que estar pendiente con cierta periodicidad de la implementación real, evitará sustos y abandonos en el peor momento de estrategias que quizás solo requieran pequeños ajustes prácticos.
La mayoría de los grandes divulgadores financieros son americanos y recomiendan invertir un alto porcentaje en Estados Unidos por lo que el riesgo divisa queda relegado en sus análisis a un segundo plano, cuestión a valorar por un inversor defensivo europeo que puede planificar el retiro de parte de su patrimonio en un corto periodo de tiempo y verse afectado por un ciclo de revalorización de su moneda respecto al dólar.
En principio el dólar como valor refugio se fortalece en momentos de crisis y además diversos estudios demuestran que a largo plazo no merece la pena cubrir la moneda ya que los gastos asociados no compensan el posible beneficio.

Relación Euro/Dólar histórica.
No obstante existe el riesgo de que en algún ciclo sus rendimientos se viesen significativamente mermados. Observemos el periodo 2003-2007, la economía crecía entre las crisis .com y financiera, mientras el dólar se devaluaba respecto al euro pasando de una relación Euro/Dólar de 1,05 hasta 1,47.

Portfolio 1: Cartera Permanente americana (en dólares)
La realidad para un inversor europeo en este periodo de 5 años, descontada la inflación y la conversión de divisa, es que su rendimiento hubiese sido nulo en una etapa de expansión económica.
Afortunadamente siempre hay excepciones a la regla y Harry Browne diseñó su estrategia de forma que se pudiese implementar fuera de Estados Unidos. Sus directrices son claras y concisas: “Si vives fuera de Estados Unidos no te interesa concentrar tus activos en acciones, bonos y cash estadounidenses, sino que lo te interesa es tener activos lo más parecidos a estos pero dentro de tu propio país y de su economía. Hacerlo evitará que tu retorno se erosione con las fluctuaciones de la moneda”. Matizaba que a pesar de la creciente globalización, los ciclos económicos dependen de cada economía siempre que esta sea lo suficientemente sólida.
Cada estrategia tiene sus particularidades y aunque el riesgo divisa no sea crítico en el medio plazo si debe tenerse en cuenta cuando el posicionamiento es más defensivo y el control de la volatilidad toma importancia de cara a las posibles retiradas de capital.
En resumen, aplicando una pequeña regla nemotécnica podemos recordar la forma de afrontar los riesgos más superficiales y evitar que trastoquen nuestras elaboradas estrategias.
TAPE sus riesgos de superficie Templanza frente a riesgos psicológicos Ahorro de costes directos Prudencia frente a riesgos de gestión/implementación
Euro como moneda protegida del riesgo divisa
Andrés Bauzá (Madrid, 1968) es Ingeniero de Caminos de formación y cuenta con más de 20 años de experiencia como Director Comercial y Territorial en el Sector de la Prevención de Riesgos Laborales. En la actualidad vive semi retirado en Palma de Mallorca disfrutando de sus intereses; literatura, cine, psicología... e inversión.
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